domingo, 13 de mayo de 2012

Noche de padres

Arleen Rodríguez Derivet
No tuve hijos. Un año los evité porque estudiaba en la Universidad. En  los subsiguientes, dejé mis sueños en manos de Dios, la Vida o el destino y ninguno de los tres hizo lo que quizás sí habría podido resolver la Ciencia. El caso es que quedé sin hijos de mi vientre. Y como una Yerma moderna (sin amarguras) dediqué mi devoción por los niños a los hijos de mis hermanos, de mis amigos y de mis amores. Hoy siento que todos son un poco míos, pero sé que solo son totalmente de sus progenitores. No hablo de propiedad, hablo de amor. Nadie puede amarnos como aquellos que nos procrearon  amándose.
Lo supe por mi madre, que presumía de saber el instante exacto en que quedaba embarazada -como si un arcángel le trajera aviso- y de no haber dormido completamente ni una sola vez después que nacimos sus hijos. Lo confirmo ahora con mi padre, que a los 81 años no puede irse a la cama cada noche sin saber cómo ha sido nuestro día.
Lo sufrí anoche junto a los padres de una adolescente que Cuba conoce desde que era una traviesa chiquilla de enormes ojos color aceituna. Hablo de René González y Olga Salanueva, él en Estados Unidos, ella en Cuba  y de Ivette,  la hija de ambos, “perdida” por unas horas en  la multitud de un concierto en un parque de La Habana.
La madre había dado permiso a la hija -de 14 años- para ir con unas amigas a un concierto en el parque Lennon. Cuando ya iban a dar las 11 de la noche y “de la niña ni el pelo”, Olga decidió pasar a ver el ambiente y recogerla. Intentando descifrar rostros, descubrió espantada  a varios jóvenes con botellas de ron en las manos. Entonces se empeñó a fondo en la localización de Ivette,  pero la espigada figura adolescente no era visible desde ningún ángulo en la multitud. Hubiera gritado llamándola, pero no parecía sensato. La garganta  más poderosa se perdería como el suspiro de un gorrión, entre  los altos decibeles del concierto.
Fue entonces que comenzaron los  60 largos minutos de ansiosa búsqueda de una madre en Cuba y un padre en Estados Unidos. Ella, taladrando con los ojos la noche salpicada de flashes. Él timbrando el celular de su esposa, sin descanso y…sin respuesta. ¿Cómo oír algo en un concierto de rock a cielo abierto?
Cuando sonó el  mío como alternativa, me sorprendió ansiosa la voz comúnmente serena de René: “¿Dónde están? ¿Por qué Olguita no me contesta?” A punto de irme a la cama, del otro lado de la ciudad, solo atiné a decirle en tono de consuelo: “No te preocupes, no está sola. Irmita (la hija mayor) y su esposo están con ella y el ambiente en el concierto es bueno…en cuanto pare la música Ivette aparece”.
“¿Pero cuánta gente hay allí?”. La voz de René seguía siendo ansiosa. Era fácil  imaginarlo desesperado en la impotencia de encontrarse en un sitio absurdo y lejano, mientras su esposa cumplía, otra vez, los roles de ambos en la custodia familiar.
Antes de llegar el primer minuto del Día de las Madres, Ivette apareció sudada y ajena al desespero de Olga y René. Él  fue el primero en saberlo. Después de lograr la comunicación con su esposa, no había tenido fuerzas para colgar  el teléfono.
Vencido el susto, madre, hija y amigas comenzaron la caminata de poco más de un kilómetro, rumbo a casa. Quizás ninguna reparó en que ya había comenzado  el segundo domingo de mayo. Agotada física y emocionalmente, a lo sumo Olga pensaría lo diferente que habría sido todo de estar René. Para empezar, el primer regalo de este Día de las Madres pudo haber sido enfrentar juntos la búsqueda de su hija  o traerla, orgulloso padre,  él solo de vuelta.*
*Ivette tenía 4 meses de edad cuando el FBI asaltó la casa donde vivían en Miami y se llevó a su padre preso. Con su esposo en aislamiento y esperando juicio,  Olga sufrió la hostilidad del acoso político de esa ciudad,  mientras trabajaba incansablemente  para alimentar a sus hijas. De un golpe perdió carro, casa y los escasos bienes materiales que poseían. Fue arrestada y deportada a Cuba en el 2000, sin derecho a visa para visitarlo a él en prisión. Cumplida la sentencia, René salió de la cárcel en octubre de 2011, pero ha sido obligado a permanecer tres años bajo libertad vigilada dentro de Estados Unidos. Se supone que esa condición busca garantizar la reinserción del ex recluso en el seno de la sociedad y la familia. ¿Cómo podría lograrlo René,  a tantas millas de distancia de Cuba, de Olga y de las hijas de ambos?

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