lunes, 22 de febrero de 2010

¿A juicio la solidaridad?

E. U. G.
Finalizada la Cumbre de Trinidad y Tobago en 2009, un Obama que todavía interpretaba con cierta credibilidad su papel de “político del cambio” –quizás impresionado por la avalancha de exhortaciones que recibiera para desarticular el bloqueo a Cuba--, afirmó frente a las cámaras que la decisión cubana de enviar médicos, en lugar de soldados, debía ser imitada por Estados Unidos, porque evidentemente generaba muchas simpatías. Unos meses después, uno de los periodistas oficialistas de Estados Unidos –sea cual sea su gobierno, oficialista de la política imperial--, para América Latina, el chileno-americano Andrés Oppenheimer, exhortaba al gobierno ¿de su país? que aumentara la oferta de becas a estudiantes latinoamericanos, pues Cuba (un estado pobre y bloqueado, esto no lo decía claro) empezaba a sobrepasar los índices de preferencia de la juventud regional como centro de estudios.
Durante años los medios han tratado de denigrar la solidaridad cubana. Es un hecho muy molesto, que no encaja en el discurso editorial anti-cubano. Hay varios factores que irritan especialmente a los ideólogos de la contrarrevolución: 1. que un Estado pobre actúe según criterios humanistas y no netamente mercantiles (los beneficios mutuos que propicia el ALBA –muy recientes--, nada tienen que ver con una práctica iniciada en 1963 y que se extiende en el tiempo a más de 60 países del mundo); 2. que individuos altamente capacitados de un Estado pobre –no cien o doscientos, sino decenas de miles--, se ofrezcan voluntariamente para ejercer su profesión según criterios humanistas y no mercantiles; 3. que ese Estado sea Cuba y esos miles de voluntarios sean cubanos, hijos de su Revolución. Por eso organizaron una red para ofrecer a los voluntarios la posibilidad de “escapar” y la garantía de vivir y ejercer en el Primer Mundo –según criterios mercantiles, naturalmente--, el sueño dorado de cualquier profesional del Tercer Mundo. La operación intenta un doble beneficio: el tradicional robo de cerebros, y la guerra ideológica contra un concepto de vida esencialmente opuesto al capitalista. Con ella captan desde luego a algunos cientos, ampliamente divulgados por la gran prensa, y fracasan ante decenas de miles de colaboradores, que nadie promociona.
Que algunos médicos renuncien a la solidaridad internacionalista en aras de obtener beneficios personales mediante el ejercicio de profesiones bien cotizadas en el mundo del mercado, se promociona como una victoria de la libertad individual. ¿Qué defienden los que enarbolan el egoísmo? El capitalismo; el concepto de que la solidaridad es inviable, porque el ser humano es naturalmente egoísta; que un mundo mejor no es posible. Por eso es repulsivo el anuncio de que siete médicos desertores intentan enjuiciar a quienes defienden la solidaridad, y que pretendan condenarlos judicialmente. Y que “la denuncia” –en primera plana de El Nuevo Herald--, se proponga recabar millones de dólares de “compensación”, que les permita a esos mercenarios una vida de lujos, opuesta a la de sus condiscípulos y ex colegas, pero sobre todo, indiferente al dolor de aquellos seres humanos que reciben o recibieron la ayuda humanitaria de sus condiscípulos y ex colegas. Es repulsiva la idea de que un tribunal enjuicie a quienes practican la solidaridad y no a quienes la niegan. De cualquier manera, allí están, allí estarán los médicos y paramédicos cubanos; y mientras en Haití proyecten y construyan un sistema nacional de salud, conjuntamente con los países del ALBA, y el ejército sea la única respuesta posible de Estados Unidos, ellos quizás encuentren el oro que buscan y el capitalismo los aplauda como ejemplos a seguir.

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